En nuestra familia se sigue todavía la tradición de
encontrarnos, siempre que se pueda a comer ricos asados y charlar, contarnos anécdotas,
recordar, reir, como se va agrandando la familia y como los más chiquitos que
no llegaban a la mesa crecen y dejan paso para los nuevos integrantes.
Se arma una mesa grande, donde todas las mujeres, vamos
aportando algo, aunque debo reconocer que la que más corre es tía Alicia, ya
que las reuniones son casi siempre en su casa.
Pasaron años, historias buenas y no tan buenas pero ella
siempre sigue con su sonrisa y amabilidad, recibiendo a la familia, en memoria
casi tácita de los que no están junto a la mesa pero si lo están en nuestro
corazón.
Bueno vamos al grano, o mejor dicho a los chinchulines, todos creemos que son los mejores y en
caso de hacer una comida en otro lugar siempre se llama al tío Evaristo para que
de su visto bueno.
Su receta, dice mi Tío:
“Mirá, lo primero que tenés que hacer es desgrasarlo, y lavarlo bien, luego lo pones a hervir en leche, le tirás un poquito de pimienta y lo
dejas hasta que comienza a tomar color, como tostadito, pero no debe quemarse,
lo das vuelta un poco más, y si están muy rebeldes, lo pones un poco al horno, casi vuelta y vuelta, de ahí a la parrilla, y listo…”
Los tres libros de la familia y mis tíos